ZL_DondeNadieOyeMiVoz
tarjeta en el reloj checador y como todos los empleados salió por la puerta trasera del museo. Caminó por el jardín solita- rio y entonces fue que escuchó la voz de Broska pidiendo au- xilio. Era Broska, de eso no había dudas. Un hombre habría dudado; el hipersensible oído de un vampiro, jamás. Al principio Lajos pensó que los gritos tenían que ver con al- guna complicación en el embarazo de su compañera de trabajo, pero al dar vuelta a la esquina la encontró tirada en el suelo, en medio de un charco de sangre y con un cuchillo en el vientre. La visión de aquel manjar nubló por un instante la conciencia del vampiro. Fueron dos o tres segundos de duda, pero la simpatía que sentía por Broska fue más grande que su instinto por beber la sangre y al final Lajos pudo controlarse. Fue Kardos, dijo la mujer, y entonces señaló hacia el fon- do del parque, pero el gesto fue innecesario porque el olor de las manchas de sangre del hombre que escapaba sacudió con toda su fuerza al vampiro. Lajos, de nuevo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no salir detrás de su presa. —Mi niño —dijo con un susurro la mujer. —Los dos se pondrán bien —mintió Lajos y acomodó la cabeza de su compañera sobre su regazo. Después marcó el teléfono de emergencias y pidió una ambulancia. —Fue Kardos, vive en el número 32 de la calle Forrás, de- trás del cementerio —le explicó Broska al vampiro. —Eso no importa ahora. Piensa en tu hijo. Aguanta. Lajos sabía que Kardos era el novio de su amiga. Incluso lo había saludado alguna vez afuera del museo. No le había 12 Do n d e n a d i e oye m i vo z J u a n Ca r l o s Q u eza d a s
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