ZL_DondeNadieOyeMiVoz

va y que de pronto deja paralizados a los jugadores so- bre la pantalla no me parece tan espectacular como a mi amigo, pero en fin… cada quién sus asombros. Los dos, Polina y Andras, me miran directamente a los ojos y me compadecen o me admiran sin que yo pueda comprender exactamente la razón de sus sen- timientos hacia mí. Yo los quiero y eso me basta para soportarlos. En el fondo imagino que cada uno tiene ra- zón y que mi vida es tan buena o tan mala como la de cualquier persona. Tengo dieciséis años, hablo en húngaro (lo que ahora lees es una traducción) y a partir del próximo semestre voy a estudiar inglés y español. Hace un año pensé inscribirme a la Facultad de His- toria, pero mi padre estalló afirmando que, en primer lugar, las humanidades eran discriminatorias ya que se encargaban de estudiar el comportamiento de un animal –el hombre– deberían llamarse “animalidades” y en segundo lugar porque la historia no era algo que pudiera aprenderse en un salón de clases. La historia se vive, no se aprende, dijo orgulloso mi padre y aunque su frase me pareció arrogante no se la discutí porque en realidad yo quería entrar a la Fa- cultad de Historia porque Berta, una de las chicas más bellas del instituto, quería estudiar allí. Si Berta se hu- biera inclinado por la Astronomía, es probable que yo me hubiera comprado un telescopio. 18 Do n d e n a d i e oye m i vo z J u a n Ca r l o s Q u eza d a s

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