Cuando sueño con el río

14 Empezamos a subir por lomas empinadas. Don Wilmer me habla con gentileza mientras yo jadeo a intervalos. Ya se acostumbrará; respire de a pocos o súbase a la bestia . Pero no me atrevo a montarla: la pobre jaca está famélica y temo que nos despeñemos juntos por un barranco o nos lleve una corriente. El trayecto es empedrado y abrupto. Ojo ahí , me dice, todos los cantos res- balan. Antaño fue paisaje inca, luego camino real de los colonizadores españo- les y ruta de comercio hacia el sur . Este camino de herradura fue construido antaño por los indígenas de la región; más tarde tomó el nombre de cami- no nacional por comunicar las comunidades de Pasto, Putumayo, Caquetá, Cauca, Magdalena y Pacífico. Llegamos a la vereda San Antonio. Hay una posada de madera y techo de latón corroído. Está cerrada. La señora Merinos espera más arriba. Aún falta cruzar el puente Ovejeras . Es la quinta serpiente que veo levantar su cuerpo verde pálido entre la hierba. Con los siseos la jaca se pone nerviosa y yo un poquito también. El animal muere por sus patas, remata don Wilmer. Hemos llegado a la posada del Cedro. La jaca se ve aún más famélica sin la silla. Cerca corre un arroyo y se oye el croar de ranas y sapos, cantos de chiguacos y zumbidos de colibríes y azulejos. Un concierto de cigarras. Llovizna. Bosque

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