Lectora de sueños
16 —El lugar a donde vamos abre a las diez, mejor pasas y tomas desayuno conmigo. Conversaron un poco. Chloé tenía miles de pre- guntas que le hubiese gustado hacerle, pero por timidez no se atrevía. Así que se dedicó a conver- sar sobre asuntos no relacionados con la literatura, aprendió a hacer el delicioso pan de centeno que A. O. le invitó, y descubrió el rooibos, que aunque lo pareciese, noeraenrealidadun tipode té (noolvidaría decirle a su mamá que lo comprase: A. O. le dijo que era fácil encontrarlo en el supermercado). Más bien la escritora sí que le hizo muchas preguntas: quiénes eran sus escritores favoritos, cuántas horas dedicaba a un poema para terminarlo, si alguien más los leía, etc. Chloé apreció que, por primera vez, alguien se interesara seriamente en lo que hasta ese momento todos en su familia consideraban un mero hobby . A la hora señalada, se dirigieron a un mercado de pulgas. Chloé no pudo ocultar su decepción. A. O. lo notó, pero fingió no haberlo hecho. Le dio una bol- sa a la joven y ella tomó otra. Eran unas bolsas de tela bordadas con muchos hilos de colores. Cami- naron sin descanso entre las mesas, de cuando en cuando, A. O. compraba algunos objetos que Chloé consideraba sin valor. Unos iban a parar a su bolsa y otros a la bolsa de Chloé. Luego de tres horas el viaje terminó y Chloé lle- vaba en su bolsa una extraña vara de madera con unas ilegibles inscripciones en tinta roja, un par de zapatillas tejidas de bebé, un llavero de metal con
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MTkzODMz