Nunca jamás
se los sacara y me habló despacito. Me dio un beso y me hicieron salir para que ella pudiera descansar. En el hall me senté en este sillón y al rato salió mi papá. Me dio la mano y movió la cabeza con un gesto lento y me dijo esas palabras que suenan todo el tiem- po en mi cabeza: “Tu mamá se murió”. En ese momento todo se nubló, el tiempo comenzó a pasar raro. Le pedí a mi papá que me dejara verla, quería verla muerta. Quería ver que no respiraba más. No me dejó. Mis abuelos se fueron a organizar algo que no entendí y yo me quedé sentada acá mismo donde estoy ahora. Me concentré en la sala de espera para pensar en algo, había una mesa con una flor amarilla flotando en agua, un cuadro con una enfermera pidiendo silencio, un reloj de pared y dos máquinas, una de café y otra de esas de agua fría y caliente.Y yo ahí como otro mueble, esperan- do a ver si mi papá me dejaba verla. Un mueble con ca- miseta amarilla y jeans que no sabe bien qué se hace cuando le dan una noticia así. Llegó el tío Juan, me dio un abrazo y entró a la habi- tación. Salió apurado. Me serví agua como cien veces, me dieron ganas de hacer pis, pero me aguanté. El baño estaba ahí mis- mo, pero ¿qué podía pasar si iba al baño? ¿Y si salían y pensaban que yo me había ido? Tenía la esperanza de que si me quedaba muy quieta iban a decirme: “Es 18 N u n ca Ja m á s Ca ro l a Ma r t i n ez A r royo
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