Nunca jamás
—¿Cómo “prepararla”, qué le van a hacer? No quiero que la toquen. —Calmate, Fiore, mejor te vas casa. Juan, ¿podés lle- varla? —No, no, que se quede con vos. Me voy en taxi, deja- me sola un rato, me lo tomo acá mismo y me bajo en la puerta de casa. —No, te vas con tu tío. —No, pa, que se quede con vos, que me acompañe abajo y ya está. —No hay discusión: te vas con tu tío. Bajé, mi tío me abrió la puerta del auto, dio la vuelta y empezó a manejar en silencio. En el viaje empecé a contarme todo como un cuento para no olvidarme de nada. Mi mamá se enfermó un lunes. Se fue al hospital y nunca más volvió a casa. Bueno, así es un cuento muy corto. Otra vez. Mamá se enfermó un lunes temprano. Antes de que nos despertáramos, llegó la abuela Nilda y se quedó con nosotras. A la tarde le pedí a mi papá que me lleva- ra y él me dijo que no podíamos visitarla porque estaba en terapia intensiva. Recién pude ir al otro día por la mañana. Ella estaba triste y tranquila, conectada a mi- les de cables y máquinas. Me senté al lado de ella y despacito se enderezó y me dijo: 20 N u n ca Ja m á s Ca ro l a Ma r t i n ez A r royo
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