Nunca jamás
—Cuidala a Maggie, yo sé que es chiquita y que a ve- ces es insoportable, pero se tienen las dos. —¡Mamá, deja de decir esas cosas! Llevás tres días enferma. Vas a estar bien. Decile al abuelo, que seguro que tiene un amigo médico. —Fiore, me van a dormir y ver si pueden parar esto, pero no saben si voy a volver a despertar. Hijita, nunca, nunca jamás, pase lo que pase, voy a dejar de amarte. Me acercó a su cuerpo que estaba calentito. Nos que- damos así en la cama un momento. —Decile a Maggie... y a papá que entren. Maggie se sentó en la cama y se le tiró encima, le dio muchos besos. Mamá le habló pero parece que ella no creyó que fuera verdad porque no lloró ni nada y des- pués se fue a casa con la abuela. Yo me quedé afuera. Pasó el rato y una enfermera me pidió que entrara y le diera un beso. Ella estuvo dormida dos días y nosotros nos queda- mos esperando afuera, yendo y viniendo. Hasta el jue- ves a la mañana que salió mi papá a decirme “tu mamá se murió”. Y esa es la historia de cómo mi mamá se murió. 21 O to ñ o
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