CYC_AntologiaDePoesiaLatinoamericanaContemporanea_Cruz

12 Poesía latinoamericana: un lento repaso Ni siquiera Jorge Luis Borges, tan libresco, tan paseante de barrios y arrabales deBuenosAires, elude el exotismode los viajes, el placer de la imagen fotográfica. En sus primeros libros, Fervor de Buenos Aires (1923) y Luna de enfrente (1925) cultiva la fascinación de la distancia. Habla de Benarés, “la imaginada urbe que no han visto nuncamis ojos”; deDakar, donde vio “un jefe encuyamanta eramás ardiente lo azul que en el cielo incendiado”; y de esa África pasa a la Norteamérica de Walt Whitman, “cuyo nombre es el universo”; frase que va a hacer parte del poema titulado Líneas que pude haber escrito yperdidohacia 1922 . Retengamos la fecha, 1922, ypensemos que ya Borges había leído las “Mil noches y una”, como le gustaba decir, así como también sobre los capitanes de barco de Joseph Conrad por los mares de Oriente. Estas lecturas serán fuente de inspiración para que surja aquel Manuscrito hallado en un libro de JosephConrad, poema incluido en Luna de enfrente . Allí, encontra- remos una imagen que luego amaríaEnriqueMolina, tripulante de barcos mercantes: En ociosas canoas, de cara a las estrellas, el hombre mide el vago tiempo con el cigarro. Tanto Borges como Enrique Molina han buscado “el río, el primer río. / El hombre, el primer hombre”. Borges recompuso el mundo, en un ejercicio de imaginación inagotable, pues a pesar de su ce- guera preservó el prisma de lamemoria comoFunes, elmemorioso. Gracias a ella describió El Aleph (1949) en el sótano de una casa de Buenos Aires. Sus únicos límites parecían ser los de la edad y la noche, el inagotable caudal con que todas las cosas del mundo nos asombran, pero incluso logró vencer la aparente imposibilidad de definirlas en la cárcel de una elegía o un soneto. Por su parte,

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