CYC_ElNuevoCuentoLatinoamericano_Cara

Ausencia 20 que se requeriría de un lanzamiento excepcional para siquiera gol- pear el primer piso con una piedra. Cada mañana, antes del ama- necer, se forma en la calle una cola que da la vuelta a la manzana, una procesiónesperanzada de peruanos con lamira puesta enMia- mi o Los Ángeles o Nueva Jersey, o cualquier otro destino. Desde septiembre último, luego de los ataques, la embajada había alejado aúnmás la cola, detrás de barricadas de color azul, hasta el propio límite de la ancha acera. Luego, en marzo, un coche bomba había estallado para dar la bienvenida a la visita del presidente estadou- nidense. Diez peruanosmurieron, entre ellos un chiquillo de trece años que tuvo la mala suerte de pasar en su skateboard cerca de la embajada justo enel peormomento. Las esquirlas de la explosión le perforaronel cráneo. Cuando esoocurrió, cerraron la avenida, salvo para el tráfico oficial. La cola seguía formándose allí cadamañana, excepto los domingos, ahora en medio de la calle vacía. Antes de viajar, Wari presentó su carta de invitación, su recibo por el pago de la visa y toda su documentación. Títulos de propie- dad, estados financieros, certificados de estudios universitarios, una lista de sus exposiciones y muestras en galerías, su partida de nacimiento y los documentos concernientes a su matrimonio prematuro y su divorcio redentor. Todos y cada uno de sus veinti- siete años de existencia, en papeles. El documento central era, por supuesto, la invitación de Eric, impresa en papel conmembrete de su universidad. Eric le había comentado que no se trataba de cual- quier universidad.Wari asumió que debíamencionar el nombre de la institucióncon reverencia, yque todos conocerían su reputación. Eric le había asegurado que eso le abriría las puertas. Pero en lugar de eso, lamujer le dijo: “Ya no otorgamos visas por noventa días”.

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