CYC_ElNuevoCuentoLatinoamericano_Cara
Daniel Alarcón 33 estás lejos. En tu país, tus rutinas eran solo eso. Aquí, son porten- tosas, significativas. Tienen el peso del descubrimiento. ¿Pueden verme? ¿Enesta ciudad, enesta catedral? ¿Enesta galería deNueva York? No interesa que esté casi vacía, y a cien cuadras de distancia de los barrios en donde se comercia el arte.Wari le pondría la dosis correcta de emoción al hecho, no para él sino para beneficio de los demás. Para alegrarlos a todos. Me va muy bien, Ma, diría entre la estática de la comunicación telefónica. La conexión no es muy buena, pero ahora estoy seguro de que todo saldrá bien. Después de la recepción, Eric y Leah invitaron a Wari a tomar unos tragos con varios de sus amigos. Él se daba cuenta de lo mal que ambos se sentían, como si le hubieran fallado. Eric se quejó de la apatía de los alumnos. Falta de compromiso, la llamó. Su depar- tamento académico era un caos, dijo, no habían hecho una buena labor de promoción. Leah asintió solemnemente con la cabeza. Eran puras palabras. Nada de lo que Wari pudiera decir conven- cería a su anfitrión de que aquello en realidad no le importaba. Te he usado , tenía ganas de decirle. Ya no soy más un pintor. Pero le parecía cruel hacerlo, ingrato, y no del todo cierto. —No hay problema —repetía una y otra vez—. La estamos pa- sando bien. —Sí, claro, pero... me siento mal . Los estadounidenses siempre se sientenmal. Viajanpor elmun- do arrastrando esa opulenta carga. Toman fotografías digitales y compran arte popular sintiéndose profundamente decepcionados de sí mismos y del mundo. Arrasan los bosques con lágrimas en sus ojos. Wari sonrió. Quería decirles que comprendía todo, que Eric no tenía la culpa de nada. Simplemente había ocurrido lo que tenía que ocurrir. Tomó la mano de Eric. “Gracias”, le dijo Wari, y le dio un apretón.
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