CYC_ElNuevoCuentoLatinoamericano_Cara
Daniel Alarcón 35 Hubo más tragos y más confidencias gritadas por sobre el bu- llicio del bar. Ellen tenía una sonrisa dulce y labios queWari podía imaginarse besando. Sumano se había posado sin esfuerzo sobre la pierna de ella. En una esquina del bar, Leah y Eric se besaban una y otra vez. ¿Cuánto tiempo planeas quedarte? No lo sé. Cuántotiem- poplaneasquedartenolosé . Wari quiso arrojar su vaso al piso, pero temía que no se hiciera añicos al estrellarse. Que nadie aplaudiera, que nadie comprendiera la belleza de ese sonido. Los días se esta- ban esfumando. Cuando se dio cuenta, estaba en la calle y Ellen le estaba enseñando cómo tomar un taxi. Tienes que ser agresivo, le dijo ella. ¿Pensará que no tenemos taxis?, se preguntó él, atónito. ¿Pensará que viajamos sobre mulas? Pero de inmediato, todo eso dejó de importarle. Ella lo decía sin mala intención. Wari sentía como que el planeta se expandía, que sus detalles desaparecían. ¿Quién es estamujer? ¿Qué ciudad es esta? La noche era templada y el cielo, si uno miraba directamente hacia arriba, tenía un color añil profundo. Se encontraban en el centro de la ciudad. Wari te- nía la cabeza inundada por el alcohol. Debería llamar a mi madre, pensó, y decirle que aún estoy vivo. Debería llamar a Elie y decirle que he muerto. Se detuvieron en la esquina. Uno tras otro, los taxis amarillos pasaban ignorando el brazo extendido deWari. No servía para eso. Wari se volteó hacia Ellen y la vio aturdida, mirando hacia el final de la calle. “Estaban en ese lugar, ¿sabías? Justamente allí”, dijo Ellen. Lo tomó de la mano. Estaban en silencio. Ella apuntaba con dos dedos en dirección al horizonte sur, hacia el extremo mismo de la isla. Wari se quedó observando el espacio que se abría en el cielo, una nada extensa y vacía.
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