ZL_TeAmoPeladita

Te amo, peladita 13 Mamá se quedó dormida con la pastilla que le traje de su botiquín. La acomodé en el sofá, entré a mi cuarto y puse la maleta sobre el escritorio. Me recosté en la cama y me quedé un rato pensando en todo lo que estaba ocurriendo. Al rato pasé a la cocina a calentar el almuerzo. No había terminado de servirlo cuando escuché un ruido; algo así como el chirrido de una puerta. Por un momento pensé que mamá se había despertado grogui y que en medio de la borrachera había salido a la calle como un zombi. Me asomé a toda prisa, pero mamá seguía en su sitio. Di una vuelta por la sala comedor y no encontré nada. Supuse que el ruido había provenido de un apar- tamento vecino. Entonces, al entrar de nuevo a la cocina, sentí que alguien me agarraba por detrás y me ponía una tela fría sobre el rostro. No tuve tiempo de patalear o de intentar defenderme. Quedé con la mente en blanco: sin sueños, ni angustias ni sobresaltos. Como antes de haber nacido y como debe ser cuando me muera. Desperté dos días después en la cama de un hospital. Mi hermana Cecilia —Chechi, como le decimos— es- taba en un rincón de la habitación al lado de una mesa alta donde ponen las comidas. Sonreía por algo que ha- bía visto en la pantalla de su teléfono. Apenas volteé la cabeza, corrió la silla y se hizo a mi lado. —¿Qué pasó? —pregunté como un borracho. —Me estaba haciendo ilusiones de que te ibas a quedar ahí para siempre —dijo Chechi con tono sarcás-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTkzODMz