ZL_TeAmoPeladita
Albeiro Echavarría 10 no, cuando tuve una ligera discusión con mamá, y en el colegio cuando me mostré bastante displicente con mis amigos, en especial con Tomás, mi parcero del alma. La ansiedad y la tristeza le dañan el genio a cual- quiera. Yo me precio de ser echado pa’lante, fuerte y arrojado, pero estaba convertido en un mar de nervios e inseguridad. "Vos estás inmamable", me dijo Tomás des- pués de que me negara a acompañarlo a la biblioteca. Y así pasé toda la mañana hasta que terminó la última clase: no me aguantaba ni yo mismo. En el bus, de regreso a casa, ni siquiera dormí como de costumbre. La pensadera no me dejaba en paz. Lo que iba a hacer era demasiado importante, y no podía darme el lujo de fallar. Pero además… además había otras cosas que me atormentaban. Cuando Felipe se bajó —era el penúltimo de la ruta—, Leticia, la asistente del conductor, se hizo a mi lado. Es guapachosa, querendona y hablantinosa. Me cae bien a pesar de que usa un perfume que huele a desinfectante de pisos. —A vos te pasa algo, Aurelio —dijo poniendo cara de sabelotodo. —¿Cómo así que me pasa algo? —respondí de mala gana. —Disculpá que me meta en tus cosas, pero llevás casi una semana con una rareza encima que no la podés ni disimular. Es por ella ¿verdad? —No molestés —respondí a secas. —¿Te está pasando algo en el colegio? ¡Vamos! A mí me lo podés contar.
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