ZL_TeAmoPeladita
Te amo, peladita 11 —¡No pasa nada! —¿Vos creés que yo soy boba? ¡Te he visto con estos ojos que se los van a comer los gusanos! Apenas vamos llegando al colegio, a una cuadra para ser más exacta, fruncís el ceño, te rascás debajo de la oreja y los ojos se te ponen como vidriosos. ¿Y qué me decís de los dedos? Te los frotás como siempre que estás angustiado. —¡Esto es el colmo! —exclamé—. O sea que en vez de estar haciendo tu trabajo te la pasás espiándome. —Aurelio, Aurelio… Yo te conozco desde que esta- bas en jardín. Si no me querés contar nada, allá vos. Pero quiero decirte que siempre podés confiar en mí. Si te pasa algo, yo siempre estaré aquí para ayudarte. Volteé la cara y no le respondí. Era mejor evitar pro- blemas de orden público. Cuando el bus se detuvo cerca de mi casa, Leticia volvió a mirarme con cara de pregunta, pero yo me bajé sin determinarla. "Chao", fue lo único que dije. Cruzando el antejardín me reproché por haber sido tan rudo con ella y no haberle explicado lo que me ocu- rría. La verdad era que necesitaba desahogarme, porque ese algo me estaba oxidando mis mecanismos internos. "Voy a explotar", pensé, como pasó un día en la casa cuando la olla a presión salió disparada hacia el techo y las papas del sancocho quedaron estampadas en las tres paredes de la cocina. Abrí la puerta y encontré a mamá llorando en medio de la sala. De inmediato identifiqué lo que ocurría sin que ella me lo contara: estaba sufriendo un ataque de pánico. Le dan de vez en cuando. Ella dice que es por
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