ZL_LaLluviaSabePorqué
14 Y, sin pensar, Antonio respondió: —¡Odio el colegio! Al rato le confesó lo sucedido. Tenía los zapatos arruinados y la ropa húmeda. Las lágrimas de rabia le resbalaban por las mejillas mientras relataba cómo se habían burlado de él. Alba, en lugar de consolar a su hijo por el mal rato, se agachó y le ordenó: —Quiero que mañana mismo te inscribas en las clases extracurriculares de natación. —¡No quiero! —Lo harás, Antonio. La próxima vez que caigas al agua que solo se te arruinen los zapatos… no el orgullo. Y que las únicas manos que te saquen de ahí sean las tuyas, ¿de acuerdo? Un mes después de aquel suceso Alba partió para España sin boleto de regreso, y Antonio volvió a sentir que se quedaba sin aire. Desde pequeño se había acostumbrado a hacer maletas. Vivió hasta los 4 años en casa de los abue- los, luego se mudó al departamento que su madre y dos amigas compartían en el centro de la ciudad. Y el siguiente destino fue el departamento de dos dormito- rios que su madre logró comprar con sudor e hipoteca en la calle Lisboa. Fue entonces cuando vino el desastre y la maleta final para ambos. La empresa en la que ella trabajaba amaneció un día cerrada sin ninguna expli- La l l u v i a s a b e p o r q u é Ma r í a Fe r n an d a He re d i a
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