TA_LasMaletasDeAuschwitz

Las hay pequeñas y grandes. Sin embargo, no son las dimensiones de la maleta las que dicen si la es­ peranza que transportaba era grande o pequeña. Una esperanza es una esperanza. Punto. Y una maleta es el lugar adecuado para conservarla. Por­ que hay sitio para ir, y para volver. Por lo general, así es como funciona. Sin embargo, no es así en esta historia, no es así con estas maletas. Los soldados nazis robaban a los judíos de sus casas y los sacaban de ellas. Algunos mientras dormían, otros mientras comían, estudiaban, jugaban, tocaban algún instrumento musical… Les decían que estarían fuera durante mucho tiempo, pero que volverían a sus casas. A fin de engañarlos les hacían preparar una bolsa para el viaje, pero si alguien les pregunta­ ba adónde los llevaban, los alemanes no respondían. ¿Cómo vas a preparar una maleta si no sabes adónde vas? No puedes saber lo que te va a ocurrir. Así las cosas, los judíos, para no equivocarse, po­ nían un poco de todo en la bolsa: ollas, juegos, za­ patos, muñecas, cuadernos, violines, ropa, dinero, cepillos, papeles, hojas, lápices, colores, fotogra­ fías, diarios, mantas, pan… Los objetos entrañables, las cosas de uso diario. Las mismas cosas que ha­ brían de poner también en la maleta en el viaje de vuelta a casa. Sin embargo, poco después, empeza­ ron a comprender que sería muy difícil, porque na­ die había vuelto nunca de aquel viaje. Adolf Hitler decidió que los judíos debían ser exter­ minados en los campos de concentración. 15

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