TA_LasMaletasDeAuschwitz

Después los soldados empujaban a los niños, las mujeres, los viejos y los hombres que no eran bas­ tante fuertes para trabajar y los metían en una enor­ me sala, donde los hacían desnudarse explicándoles que iban a darles una ducha. Antes, sin embargo, les hacían escribir sus nom­ bres en las maletas para, así, encontrarlas después: una última maldad de los soldados nazis, que que­ rían hacer creer a las personas que, después de la ducha, se les restituirían sus efectos personales. No todos daban crédito a esas promesas, pero de todos modos escribían sus nombres y apellidos y el lugar de procedencia: en cualquier parte que los precipi­ taran, deseaban que quedara constancia escrita de que habían existido. Más tarde, hombres, mujeres y niños eran in­ troducidos en una estancia donde desde unas pequeñas grietas salía un gas que los mataba en pocos minutos. Fuera, entre tanto, los alemanes tomaban todo lo que había en las maletas y se lo quedaban, o bien lo enviaban a Alemania: no se desperdiciaba nada. Las bolsas vacías las echaban en un gran almacén. Aquellas maletas se encuentran hoy en el bloque 5, detrás de un cristal. Y se pueden leer los nom­ bres, los apellidos, las direcciones escritas por los hombres, por las mujeres y por los niños que pasa­ ron por allí. De este modo, nadie podrá decir nunca que aquellas personas no existieron. Nadie podrá hacer desaparecer nunca Auschwitz. 17

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