TA_LasMaletasDeAuschwitz

El momento mágico —¡ V amos, Carlo, ven que llega otro, date prisa! El tren resoplaba como si estuviera cansado. Lle­ gaba de Nápoles, y hasta Milán faltaban aún casi ochocientos kilómetros. Eran las seis de la mañana. Carlo estaba en la Estación Central desde las cinco y media. Su padre, Antonio, era ferroviario y empe­ zaba a trabajar al alba. Con frecuencia se llevaba a su hijo los domingos a los trenes. Ahora que le ha­ bían dicho que no podía seguir trabajando seguía viniendo igual con Carlo. Un poco para contentar al niño y otro poco porque se aburría en casa. Y tam­ bién un poco porque todavía no se lo creía. Carlo sentía pasión por los trenes. El domingo nunca se le pasaba levantarse pronto por la mañana para seguir a su padre al trabajo. Los días que había escuela, sin embargo, le suponía un tormento levan­ tarse. Y pensar que lo despertaban más tarde que cuando debía ir a ver los trenes con su papá, pero 23

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