TAZ_PorCulpaDeUnaS
—Entonces, manos a la obra. Salimos de la habitación fría y, sin poder evi- tarlo, lo detuve. Manuel me miró. —¿Qué sucede…? —¿Qué pasará cuando nos vean caminando por el hospital, vestidos de médicos? Nadie nos creerá doctores… —pregunté con la esperanza de que se arrepintiera de todo lo planeado y con la seguridad de que era imposible. —Correremos hasta llegar a la oficina de ins- cripciones primero que ellos —me respondió sa- liendo al pasillo con uno de los cochecuna. Detrás, yo con el otro. Logramos alcanzar el tercer piso sin que na- die nos viera. Las hermanitas estaban dormidas. Había mucho silencio. —¿Y ahora? —pregunté. —En la próxima puerta doblamos a la izquier- da y luego a la derecha. —¿Estás loco? ¡Ahí están los ascensores! Hay entrada y salida de enfermeras. Nos van a des- cubrir en menos de lo que dura un bostezo —dije apurando el paso. 12
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MTkzODMz