TAZ_PorCulpaDeUnaS
Si en momentos como ese mi corazón hiciera menos ruido, quizás todo sería más fácil. —No hay otra solución. La mejor puerta está cerrada con llave y en la del fondo está senta- do un policía de la seguridad del hospital —dijo Manuel y dobló a la izquierda. —No resultará… —murmuré y me hubieratica- do la lengua en ese instante. Mi hermano se detuvo y esperó. Estaba de es- paldas. —Sí resultará… —dije con vergüenza y le miré a los ojos—. Discúlpame. Manuel me arregló un poco el bigote antes de mirar a las niñas. —Son lindas, ¿verdad? Merecen mejores nom- bres que los que han pensado nuestros padres. —Es cierto… ¿Seguimos? —pregunté, orgullo- so de la belleza de las bebitas. Doblamos a la derecha. Al final del pasillo blanco estaban los cuatro ascensores. Nuestras hermanitas nuevas se- guían dormidas. Continuaba el silencio. 13
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