TAZ_PorCulpaDeUnaS

Ahora, los médicos, las enfermeras, los po- licías de seguridad y los tíos venían pisando nuestros talones. Mientras, las hermanitas iban volando en los cochecuna y nosotros, detrás. —No lloren, princesitas, es por el bien de uste- des —les decía y Manuel me empujaba para que doblara a la izquierda. Sonó la alarma del hospital y dos enfermeras intentaron interceptarnos. No pudieron. Tenían miedo de que las niñas se hicieran daño. 15

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