TAZ_PorCulpaDeUnaS
—¿Es usted la encargada de inscribir a los be- bés? —Manuel fue al grano. —Exacto —respondió casi en un suspiro. —Queremos inscribirlas antes de que todos lleguen —dijimos los dos a la vez. —Pero ustedes no son los padres, mis bellas criaturas —contestó tiernamente la señora. —¡Pero somos sus hermanos y no queremos que crezcan sin saber quiénes son! Sabemos que las inscribirán como Nora y Dora y pasarán mu- chos años antes de que puedan distinguir la di- ferencia entre la N y la D. ¿Comprende? —Manuel defendía a las hermanitas con un sentimiento que me estrujaba la garganta como si fuera un cartucho—. La historia es demasiado larga para contársela ahora, pero le aseguramos que no puede repetirse el conflicto de la colita de la ese. Deben aprender, desde pequeñas, a ser distintas aunque sean hermanas gemelas. Creo que me equivoqué… Lo primero que necesito dejar claro es que so- mos una absurda familia de gemelos. Mamá y la tía Dalia son gemelas. Papá y el tío Aloy son gemelos. 17
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