TAZ_PorCulpaDeUnaS

pesar de sus rostros contrariados, cuando se presentaron en la sala de la casa con sus vesti- dos nuevos hubo aplausos y una exclamación general de elogios y halagos que se frustró al momento. —Se rompió el espejo del baño —lanzó la tía abuela Amalia. —Todo un desastre a causa del maldito rabo de la ese —dijo la abuela Amelia, quien no se de- tuvo hasta perderse por el pasillo. “¡¡¡Desastre… Desastre!!!…”, repetían las dos al unísono desde la cocina. Esto empeoró la situación, porque cada una quería decir “desastre” más fuerte que la otra. En realidad, no era raro que las dos repitieran, sin cesar, ¡desastre! Esa palabra la aprendieron juntas desde niñas y era la adecuada para situa- ciones embarazosas según las abuelas. De igual forma, cuando las circunstancias eran favora- bles exclamaban, sonriendo, “divino, divino”, pero aquella no era una situación divina. —Mal comienza la olimpiada de hoy —dijo muy bajito mi hermano—. Un espejo roto es mala suerte… 22

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