TAZ_PorCulpaDeUnaS

—Pero ¿cómo el rabo de la ese pudo romper un espejo…? –Y no había terminado de rascarme una oreja cuando… —Amelia, ¡nunca entiendes nada y hacerte en- tender cuesta Dios y ayuda! —Quien no entiende nada eres tú, Amalia. ¡Qué importa un rabo más o un rabo menos! ¡Mira las dos tortas de cumpleaños! ¡Las dos di- cen FELICIDADES, las dos son idénticas! ¡Qué importa un rabo de ese más grande que el otro, minúsculamente más grande! ¡Por un rabo de ese no se deja de ser hermano gemelo! —Ahí está el error. Una ese hoy, otra mañana y poco a poco dejamos de ser quienes somos —cortó, como un cuchillo, la tía abuela. “¡Desastre, desastre!”, volvían a repetir las dos. Mamá, papá, los tíos, mi hermano y yo estába- mos boquiabiertos con aquella pelea que tomaba cada vez más calor. Nos miramos los seis y, como si alguien hubiera dicho: “un, dos, tres, pasito in- glés”, adelantamos cuatro pasos hacia la cocina. —Pero qué absurda pelea. Quitémosle el rabo a la ese de FELICIDADES y asunto concluido —propuso papá. 23

RkJQdWJsaXNoZXIy MTkzODMz