TAZ_PorCulpaDeUnaS
El tío y la tía contuvieron la respiración segu- ros de que volaba un castigo sobre mi cabeza, a pesar de que era mi cumpleaños. Cuando la mirada de papá es lanzada para llamarnos al orden a mi hermano y a mí, no parece la mira- da de papá sino la de un dragón. Y uno siente un peso de una tonelada en sus hombros. En realidad, no sé cuánto de pesada es una tone- lada, pero debe ser mucho porque la señora Josefina y su hija Angélica son inmensas de gordas y siempre las abuelas decían que pesa- ban una tonelada. —Solo pregunté si van a continuar discutiendo un tema tan insignificante como el rabo de la ese. Y sonó el timbre de la puerta. Mi hermano corrió a abrir y todos le dedica- mos una amplia sonrisa gemela a la visita. Impresionante. Eran la señora Josefina y su hija Angélica. Inmensas de gordas y pesadas como una tonelada. —¡Felicidades! —Y con dos besos en nuestros cachetes, dejaron ver sus regalos. —Gracias —respondimos cortésmente mi her- mano y yo. 25
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