TAZ_PorCulpaDeUnaS

Para hacer justicia, tengo que confesar que mi familia es excelente en eso de ser anfitriona. Es una regla inviolable recibir con la mejor sonrisa a todo el que llegue a nuestra casa, sea amigo o enemigo, porque según las tatarabuelas Eslinda y Erlinda, cuando uno está en su casa es dueño del campo de batalla, sabe dónde queda todo y si tiene sed puede tomar agua. Por esa razón, desde los tiempos de las tatarabuelas, nuestra familia, aunque no esté en uno de sus mejores días, al sonar el timbre de la puerta y aparecer un visitante, ofrece la más espléndida de las sonrisas gemelas. Este era uno de esos días. Para nosotros, las fiestas de cumpleaños son acontecimientos divertidísimos. Siempre invitamos a pocas personas, pero, a la vez, las suficientes como para jugar al Juego de los Equívocos. Este es un juego absolutamen- te familiar. Es decir, nuestros invitados no saben que participan de él y que, una vez dentro de casa, se convierten en “fichas”. Pondré un ejem- plo de cómo hacemos: 26

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