TAZ_PorCulpaDeUnaS
en irse queda cerrado el partido a favor del que más puntos tenga. Pues, para empeorar la situación familiar en la olimpiada de nuestros diez años, la abuela Ame- lia y la tía abuela Amalia, a la altura de las dos horas de fiesta, es decir, a eso de las cinco de la tarde, estaban enfrascadas en un terrible empate. Aquella olimpiada no había sido tan divertida como las anteriores. Las abuelas no habían llegado a un acuerdo de qué hacer con el maldito rabo de ese y todos estábamos muy atentos porque el juego de los equívocos se había convertido en un grito de guerra y no en una diversión. Amamá le daba lo mismo si tía Dalia le ganaba o no. Papá llegó a un pacto de caballeros con tío Aloy sellando la partida. Mi hermano y yo tenía- mos los pelos de punta observando el movimien- to complicado que preparaba una de las abuelas. —Lo que hace la tía abuela Amalia está prohi- bido. Sacó a jugar a la señora Josefina y a su hija Angélica. No se pueden involucrar dos fichas en la misma conversación —Manuel estaba verda- deramente molesto con la tía abuela—. Eso es 29
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