TAZ_QueProblemaConMiNombre

llamaba por su nombre. Y como ese día, a pesar de todo, me sentía muy inteligente, también al instante comprendí dos cosas. A: que no era que a mi abuelo le estuviera “fallando un tubo en la cabeza”, como él mismo dice en ocasiones, sino que sabía los nombres de cada una de aquellas palomas, incluso los de las más pequeñas, y B: que su costumbre de arrojarles las migajas en círculos tenía un propósito que solo él conocía. Bueno, y una tercera también, C: que mi abue- lo y las palomas se entendían de pelos. Aunque los nombres que por alguna misteriosa razónmi abuelo les había puesto no eran, a lo mejor, los que tenían en su casa, para él funcionaba bien y ninguna de las palomas se veía molesta. —¿Moteadadeblanco, Abu? —le pregunté para confirmar mi aguda observación. —Moteadadeblanco, así es, ni más ni menos, porque tiene unas motitas blancas por todas partes. —Luego me miró de reojo—. ¿Ya la re- cuerdas, Fer? Mi abuelo suponía que yo debía reconocerlas como él, porque desde hacía dos años, cada do- mingo en lamañana, íbamos juntos al parque para 12

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