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55 Actividades de aprendizaje Lee el texto y aplica la estrategia de lectura de la página anterior. Aprendiendo a vivir Herramientas para aprender Formular conjeturas En un texto argumentativo, es fundamental saber reconocer las intenciones persuasivas del autor a partir del uso y la función del lenguaje y de las huellas discursivas. Así, podrás predecir el porqué de unas cursivas, por ejemplo. Analiza el uso que le da Clarice Lispector a la cursiva. ¿Tiene acaso una intención específica hacia el lector? Thoreau era un filósofo americano que, entre otras cosas más difíciles de asimilar así de repente, en una lectura de periódico, escribió muchas cosas que tal vez puedan ayudarnos a vivir de una manera más inteligente, más eficaz, más bonita, menos angustiada. Thoreau, por ejemplo, se entristecía viendo cómo sus vecinos solo ahorraban y economizaban para un futuro lejano. Pensar un poco en el futuro es correcto. Pero mejoren el momento presente, ex- clamaba.Y añadía: «Estamos vivos ahora ».Y comentaba con disgus- to: «Reúnen tesoros que las polillas y el óxido roerán y los ladrones robarán». El mensaje es claro: no sacrifiques el día de hoy por el de mañana. Si te sientes infeliz ahora, toma alguna medida ahora, porque solo existes en la secuencia de los ahoras . Cada uno de nosotros, además, haciendo un examen de concien- cia, recuerda por lo menos varios ahoras que se perdieron y que nunca volverán. Hay momentos en la vida en que el arrepentimien- to de no haber tenido o de no haber sido o no haber decidido o no haber aceptado, hay momentos en la vida en los que el arrepen- timiento es profundo como un dolor profundo. Él quería que hiciésemos ahora lo que queremos hacer. Durante toda su vida Thoreau predicó y practicó la necesidad de hacer ahora lo que es más importante para cada uno de nosotros. Por ejemplo, a los jóvenes que querían ser escritores pero que contemporizaban esperando una inspiración o diciéndose que no tenían tiempo a causa de los estudios o trabajos, él les ordenaba ir ahora a la habitación y empezar a escribir. Se impacientaba también con los que pasan tanto tiempo estudian- do la vida que nunca llegan a vivir. «Solo cuando olvidamos todos nuestros conocimientos empezamos a saber.Y decía eso tan fuerte que nos llena de coraje: ¿Por qué no dejamos penetrar al torrente, abrimos los portones y ponemos en movimiento todo nuestro engranaje?». Solo de pensar en seguir su consejo siento que una corriente de vitalidad recorre mi sangre. Ahora, amigos míos, está siendo este mismo instante. Thoreau creía que el miedo era la causa de la ruina de nuestros momentos presentes.Y también las terribles opiniones que tene- mos de nosotros mismos. Decía: «La opinión pública es una tirana débil si se compara con la opinión que tenemos de nosotros mis- mos». Es verdad: incluso las personas aparentemente más seguras se juzgan tan mal que en el fondo están alarmadas. Y eso, según Thoreau, es grave, porque «lo que un hombre piensa de sí mismo determina o, mejor, revela su destino». Y, por inesperado que resulte, decía: «ten pena de ti mismo». Eso cuando se lleva una vida de desesperación pasiva. Entonces él aconsejaba un poco menos de dureza con nosotros mismos. El miedo hace, según él, tener una cobardía innecesaria. En ese caso, debía dulcificarse la opinión de uno mismo. «Creo», escribió, «que podemos confiar en nosotros mismos mucho más de lo que confiamos. La naturaleza se adapta tan bien a nuestra debilidad como a nuestra fuerza».Y repetía mil veces a los que complicaban inútilmente las cosas —¿y quién de nosotros no lo hace?—, como iba diciendo, él casi gritaba a los que complican las cosas: ¡simplifica!, ¡simplifica! Y un día, al abrir un periódico y leer un artículo de un nombre de hombre que desgraciadamente he olvidado, me encontré con algunas citas de Bernanos, que en realidad complementa aThoreau, aunque nunca lo hubiese leído. En determinado punto del artículo (solo recorté esa parte) el au- tor cuenta que la impronta de Bernanos estaba en la vehemencia con la que no cesaba de denunciar la impostura del «mundo libre». Además, intentaba la salvación por el riesgo, sin el cual la vida para él no valía la pena, «y no por el encogimiento senil, que no es solo de los viejos, es de todos los que defienden sus posiciones, incluso ideológicas, incluso religiosas» (las comillas son mías). Para Bernanos, decía el artículo, el mayor pecado sobre la tierra era la avaricia, bajo todas sus formas. «La avaricia y el tedio dañan al mundo». «Dos ramas, en definitiva, del egoísmo», añade el autor del artículo. Repito por pura alegría de vivir: la salvación llega a través del riesgo, sin el cual la vida no vale la pena. Lispector, Clarice. (2007). En Aprendiendo a vivir . (E. Losada, Trad.). Madrid: Ediciones Siruela S.A.
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