Comprensión lectora 3 Módulo 1
Leo y me divierto ©EDUCACTIVA S.A.C. Prohibido fotocopiar. D.L. 822 5 la historia que había ganado tres veces seguidas el Gran Premio. Aída era la yegua más hermosa de toda la zona. Había heredado la velocidad de su madre y el cuerpo elástico, el pelaje azulado y el tamaño de su padre. Pero era ciega. Nadie podía explicarse por qué había nacido así. Ni mi padre, que había sido criador de caballos toda su vida ni los jinetes ni el veterinario ni los otros criadores de la zona. Nadie podía explicárselo. Ninguno había oído hablar de caballos ciegos jamás. —Debe de haber caballos que nazcan ciegos —dijo Evaristo, el encargado del establo—. Pero seguramente no vivirán mucho tiempo. —Esta yegua es tan buena… Es tan hermosa… ¡Una digna hija de Ala Delta! Es una pena que no pueda ver —dijo Alvarito, un famoso jinete . —¿Para qué sirve un caballo ciego? —preguntó otro empleado. —Si alguien pudiese enseñarle a un caballo todo lo que tiene que hacer —continuó Alvarito—, no importaría que fuese ciego. Solo habría que indicarle cuándo salir corriendo, por dónde ir, cuándo detenerse… Pero es imposible entenderse tanto con un animal. Más allá de lo que pudiera opinar la gente, lo cierto es que nadie había visto antes una yegua ciega. Solo el maestro de mi escuela me dijo que alguna vez había leído algo parecido, pero no se acordaba dónde. Eso sí, todos coincidían con mi padre: se trataba de un magnífico animal. Tenía una altura sorprendente y una curiosa delicadeza en sus movimientos que, sin embargo, no le restaba fuerza.
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