Comprensión lectora 2 Unidad 1
¿Sabías que … ? 11 ©EDUCACTIVA S.A.C. Prohibido fotocopiar. D.L. 822 la obligación de usar un brazal rojo. Recluyó al padre Nicanor en la casa cural, bajo amenaza de fusilamiento, y le prohibió decir misa y tocar las campanas como no fuera para celebrar las victorias liberales. Para que nadie pusiera en duda la severidad de sus propósitos, mandó que un pelotón de fusilamiento se entrenara en la plaza pública disparando contra un espantapájaros. Al principio nadie lo tomó en serio. Eran, a fin de cuentas, los muchachos de la escuela jugando a gente mayor. Pero una noche, al entrar Arcadio en la tienda de Catarino, el trompetista de la banda lo saludó con un toque de fanfarria que provocó las risas de la clientela, y Arcadio lo hizo fusilar por irrespeto a la autoridad. A quienes protestaron los puso a pan y agua con los tobillos en un cepo que instaló en un cuarto de la escuela. “¡Eres un asesino!”, le gritaba Úrsula cada vez que se enteraba de alguna nueva arbitrariedad. “Cuando Aureliano lo sepa te va a fusilar a ti y yo seré la primera en alegrarme”. Pero todo fue inútil. Arcadio siguió apretando los torniquetes de un rigor innecesario, hasta convertirse en el más cruel de los gobernantes que hubo nunca en Macondo. “Ahora sufran la diferencia”, dijo don Apolinar Moscote en cierta ocasión. “Esto es el paraíso liberal”. Arcadio lo supo. Al frente de una patrulla asaltó la casa, destrozó los muebles, vapuleó a las hijas y se llevó a rastras a don Apolinar Moscote. Cuando Úrsula irrumpió en el patio del cuartel, después de haber atravesado el pueblo clamando de vergüenza y blandiendo de rabia un rebenque alquitranado, el propio Arcadio se disponía a dar la orden de fuego al pelotón de fusilamiento. Antes de que Arcadio tuviera tiempo de reaccionar, le descargó el primer vergajazo. […] Azotándolo sin misericordia, lo persiguió hasta el fondo del patio, donde Arcadio se enrolló como un caracol. DonApolinarMoscote estaba inconsciente, amarrado en el poste donde antes tenían al espantapájaros despedazado por los tiros de entrenamiento. Los muchachos del pelotón se dispersaron, temerosos de que Úrsula terminara desahogándose con ellos. Pero ni siquiera los miró. Dejó a Arcadio con el uniforme arrastrado, bramando de dolor y rabia, y desató a don Apolinar Moscote para llevarlo a su casa. Antes de abandonar el cuartel, soltó a los presos del cepo. A partir de entonces fue ella quien mandó en el pueblo. Restableció la misa dominical, suspendió el uso de los brazales rojos y descalificó los bandos atrabiliarios. Pero a despecho de su fortaleza, siguió llorando la desdicha de su destino. Se sintió tan sola que buscó la inútil compañía del marido olvidado bajo el castaño. “Mira en lo que hemos quedado”, le decía, mientras las lluvias de junio amenazaban con derribar el cobertizo de palma. “Mira la casa vacía, nuestros hijos desperdigados por el mundo, y nosotros dos solos otra vez como al principio”. José Arcadio Buendía, hundido en un abismo de inconsciencia, era sordo a sus lamentos. García Márquez, G. (1997). Cien años de soledad . Bogotá: Norma. (Fragmento) En Cien años de soledad , el autor emplea el realismo mágico : los hechos son reales, pero posee elementos fantásticos que no tienen explicación o son improbables de que ocurran.
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