TA_CupidoEsUnMurciélago

23 —Bien, Javier, ¿y qué más…? —preguntó con voz de canario. —Solo Javier, no tengo otro nombre. —Está bien, cariño, pero qué más tienes que de- cirnos, qué esperas del colegio. —Ah. Bien. Yo espero… Intenté articular alguna palabra pero no me fue posible. Isabel, la otra nueva, había dicho todo lo que yo quería decir, lo de los amigos, lo de apren- der, lo de divertirme, lo del fútbol. Ella había agotado todas las posibles respuestas y yo ya no tenía nada nuevo que comentar. Entonces retomé el inicio como intentando gastar el tiempo con pa- labras vacías: —Del Instituto Educativo 1 de Marzo yo espe- roooo… —¿Sí? —dijo la maestra abriendo los ojos y mo- viendo sus manos como impulsando a que mis palabras salieran de algún lugar profundo, inson- dable y oscuro. La clase estaba en silencio absoluto, todos los ojos clavados en mí esperaban una respuesta. En- tonces algo me salvó: Isabel estornudó como todo un coronel de policía (con ruido, estertores y mue- cas) y con eso rompió el silencio de hospital que reinaba en la clase. En ese momento volteé a mirarla y ella me dijo rápidamente y en voz baja, mientras se lleva- ba una mano a la boca para disimular: «segundo hogar».

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