TA_CupidoEsUnMurciélago

29 Eso que estaba ahí era, evidentemente, un baño: varias puertas que conducían a los sanitarios, un gran espejo, algunos lavamanos y frente al espejo… ella, la niña más hermosa que he visto en mi vida. Me miró, y a partir de ese momento todo pareció transcurrir en cámara lenta, como en las escenas románticas de las películas. Se acomodó un mechón de pelo rizado que le caía sobre la mejilla y caminó hacia mí. No sabría decir en qué momento mi corazón se detuvo, quizá el flechazo de Cupido lo mantuvo inmóvil durante varios minutos. La respiración, que en un momento parecía acelerada, también se detuvo. No me pude mirar al espejo, pero tengo la certeza de que estaba rojo como un tomate. Sentía que mis mejillas ar- dían como dos brasas. Ella se acercó, yo permanecí de pie junto a la puerta entreabierta, tomó la cerradura, se impulsó y gritó: —¡Largo de aquí, tonto, este es el baño de mujeres! Acto seguido lanzó la puerta contra mi nariz. El olfato, que momentos atrás me había funcionado con tanta eficacia, ahora se encontraba lesiona- do quién sabe hasta qué punto. Pero también mis oídos se habían afectado al haber escuchado en vo- lumen de altoparlante la palabra «TONTO». La hemorragia fue todo un suceso; cuando pude separarme de la puerta me di cuenta de que la san- gre fluía de mi nariz como un río.

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