TA_CupidoEsUnMurciélago
32 se lo creerá. Irá inevitablemente a la Dirección Ge- neral donde lo mantendrán de pie en una esquina hasta que sus padres o la policía lleguen por él. Luego le recitarán la cantaleta aquella de «Tienes derecho a permanecer en silencio, todo lo que di- gas podrá ser utilizado en tu contra…» y finalmente irá preso, atado con una camisa de fuerza, por el resto de su vida sin posibilidad de acudir a la ayu- da de un buen abogado. O quizá (esto lo he visto en las películas) lo colocarán en medio del patio del colegio, con un uniforme viejo y roto, y todos le lanzarán pelotas de papel arrugado al tiempo que gritarán: «¡que lo echen!» mientras con el puño en alto colocarán el dedo pulgar en dirección al piso. O en el peor de los casos lo someterán a trabajos forzados de por vida, y deberá limpiar los baños de todos los estadios del país. Ante ese panorama de terror respondí: —No lo sé, Chelito, caminaba cerca de la cancha de fútbol y recibí un pelotazo en plena nariz. —¿Un pelotazo fantasma o con dedicatoria? —preguntó la maestra con claro afán por encontrar culpables. —Fantasma, definitivamente, no. He sabido que los fantasmas atraviesan paredes y supongo que también atraviesan narices. Y este pelotazo se detuvo en mi cara. —Lo que quiero saber es si conoces quién fue el estudiante poco prevenido que lanzó un golpe de pelota tan fuerte.
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