TA_CupidoEsUnMurciélago

39 entré al baño, me quité la ropa y antes de meterme en la ducha me miré en el espejo. En ese momen- to inicié un recorrido visual y repetí uno a uno los nombres de las partes de mi cuerpo, pensé que si había alguna que no pudiera nombrar… quizá esa sería una corva. Pero ojo, ella había dicho «corvas» en plural, entonces debían ser dos o más, con eso ya quedaban eliminadas muchas partes que vie- nen en versión individual. Pasaron varios minutos y finalmente creí descubrir el dilema: hay partes del cuerpo que mamá pronuncia sin problema (brazo, codo, pie, etc.), pero existen otras que ella no mencionaría ni loca, «testículos» por ejemplo. Entonces pensé que cuando ella decía «corvas» quizá estaba utilizando una manera disfrazada, un apodo, para referirse a ellos. Eso pasa, las madres son expertas en inventar apodos muy curiosos para ciertas partes del cuerpo cuyos nombres les da vergüenza pronunciar. Entonces creí que mi duda se había resuelto y a partir de entonces incluí a las corvas en la lista de mi aseo diario. Pasaron meses y meses de limpieza a concien- cia, cuando un día casi trágico conocí la verdad. Recuerdo que salía de la ducha envuelto en una toalla inmensa, cuando mamá inició el interroga- torio «post-baño», este, para garantizar el nivel de aseo, siempre venía repleto de palabras repetidas: —¿Estás seguro de que te lavaste todo, todo, todo?

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