TA_CupidoEsUnMurciélago

40 —Sí, mamá, estoy seguro. —¿Seguro, seguro, seguro? —Sí. —A ver, a ver, ven que te voy a revisar orejas, cuello y corvas. —¿También las corvas? —pregunté asustado. —Claro —respondió muy firme. Intenté escapar, armar una trifulca, o, por últi- mo, llamar al 911 porque no estaba dispuesto a que mamá me mirara las corvas… yo ya no era un bebé. Pero ante la fuerza de sus brazos quedé inmovilizado. Primero me miró dentro y detrás de las orejas. —Orejas… limpias —dijo contenta. Luego movió mi cuello de lado a lado para ver si quedaba algún rastro de mugre. —El cuello… pasa la prueba. Y cuando finalmente pensé que llegaría el ins- tante más vergonzoso de mi vida, ella me volteó, me miró detrás de las rodillas y dijo: —Corvas… limpias. Lo repito: Ella me miró DETRÁS DE LAS RODI- LLAS. Meses y meses lavándome unas corvas que no lo eran, para un día aprender que con ese nom- bre tan masculino y serio, las corvas son la parte de atrás de las rodillas. Me sentí tan ridículo como si hoy la ciencia des- cubriera que el Tiranosaurio Rex (mi ídolo) resultó ser una especie de mariposita prehistórica. En fin… creo que es cierto eso que dice mi abuela: «Todos los días se aprende alguna tontería nueva».

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