TA_CupidoEsUnMurciélago

9 F ue a primera vista, lo sé. Cuando abrí la puerta y la miré, ella estaba frente al espejo acomodándose un mechón de pelo que le caía sobre la mejilla. Volteó su rostro, abrió los ojos sorprendida y caminó hacia mí. A un metro de distancia se detuvo, igual que mi respiración y mi corazón, hizo una mueca casi im- perceptible con el labio superior y luego gritó: —¡Largo de aquí, tonto, este es el baño demujeres! De inmediato me lanzó un portazo en plena na- riz; y el golpe resultó tan pero tan fuerte, que me provocó un abundante sangrado durante algunos minutos. Aquel día aprendí dos cosas muy importantes: la primera, que el baño de hombres era el que quedaba junto a la cancha de fútbol y la segunda, que el amor, cuando llega, puede golpear las puertas del corazón y, de paso, la nariz.

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