Ser_Len09_Alu
2121 Durante el siglo XVII la Iglesia católica con su pretensión de difundir un mensaje contra- rreformista, instauró una cultura barroca que le permitió recuperar la confianza de los feligreses y así mantener su orden jerárquico. De la misma manera, los monarcas en- contraron en el arte barroco una forma de magnificar su poder y reafirmar su autoridad. En la actualidad, el Barroco no es considerado solamente un periodo histórico del arte. El escritor y crítico literario cubano Severo Sarduy dejó planteado que el Barro- co es una actitud hacia la vida, por lo tanto, es ahistórico, no pertenece a ninguna épo- ca en especial. Su ensayo La palabra barroco deja en evidencia la actitud contemporá- nea del arte hacia la ambigüedad y la complejidad semántica, es decir hacia el Barroco. • Conversa con un compañero en qué consiste la actitud barroca hacia la vida. La palabra barroco (Fragmento) El Barroco teatro en el que se dramatizan todas las posibles for- mas de la existencia humana, las cuales se resuelven en antinomias gigantescas, en modos de ser estéticos dinamizados por el sueño. La realidad de cerca le es estrecha. El barroco es el planteamiento de un patéti- co problema humano: el de la existencia en todas las direcciones del ser. El del arte como salvación. Entre la realidad y el deseo, el deseo que perturba a la rea- lidad estable. Esta es la substancia del Barroco. En la arquitectura, en la escultura, en la pintura, en la mú- sica y en la poesía. Claro que en no todos los momen- tos se logra en sí integridad, pero precisamente en las ondulaciones que nos ofrece está el problema, porque frecuentemente las fronteras se diluyen o difuminan. SARDUY, Severo. Barroco . Buenos Aires: Sudamericana, 1974. Evidencias: • Reconoce la literatura como una memoria de los pensamientos y sucesos de una región o un país. • Relaciona su interpretación de una obra literaria con las visiones de mundo vigentes en una época y/o movimiento literario. Los estudiosos han agotado la historia del barroco ; poco se ha denunciado el prejuicio persistente, man- tenido sobre todo por el oscurantismo de los diccio- narios, que identifica lo barroco a lo estrambótico, lo excéntrico. El Barroco es la explosión de las formas clásicas. Es- tas, a determinada altura de su evolución, incapaces por más tiempo de soportar el peso de sus limitacio- nes lógicas, se abren y quiebran, como si, fatigadas de la unidad, quisieran buscar horizontes nuevos en la multipolaridad. Ni es cansancio ni blasfemia. Es sen- cillamente, anhelo de fuga, sueño, pasión, desborda- miento. La cárcel racionalista es ya estrecha y se lanza contra el suelo en un afán de agarrarse a las estrellas. Es la caverna y la nube, lo lóbrego y lo lumínico, lo sereno y lo atormentado, según ha visto el crítico que, con mayor argucia, ha entrado en el mundo estético del más alto poeta del barroco. El cauce antiguo esta- lla verticalmente, dejando por ahí, acá y allá, pedazos de su existencia. Se ha roto la línea. Lo estático tiem- bla, se desmorona. Y de ese montón de piedras que se precipitan surge, triunfante, la nueva expresión, tan vieja como la creación del mundo. Del soberano repo- so de los dioses pasamos al desenfreno orgiástico de las potencias terrenales. Lo recto se retuerce. (…) Lo barroco es una nueva manera de ver el mun- do y de sentir las realidades físicas y metafísicas que nos envuelven. Como lo clásico, pero en otras direc- ciones y cabalgando sobre otros corceles. El hombre se volatiliza, pero a sus escamas se agarra todavía el barroco de su más agreste infancia, engendrador de la angustia y del tormento, del anhelo de fuga e ideal. Para el hombre barroco el mundo es un teatro, gran
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MTkzODMz